lunes, 13 de mayo de 2013

Yo también soy pintor.



A Le Corbusier le hubiera gustado que le recordaran también como pintor. Para él la arquitectura comparte una dimensión artística con la pintura (y con la escultura, la música, la poesía...) que se pone de manifiesto en el proceso creativo y que está encaminada a emocionar al espectador que participa y se involucra en la obra. 
Arquitectura y pintura se convierten de este modo en caminos diferentes para llegar a los mismos objetivos. El proyecto cubista de Le Corbusier se alcanza al final de un largo camino como resultado de un profundo estudio de la realidad (en la arquitectura, social, cultural y económica, y en la pintura la realidad cotidiana), en el que el motivo, ya sea objeto, espacio ó luz, intenta ser “conocido” en su totalidad a través del filtro personal del artista. 



En todas sus obras los mecanismos que se despliegan son, en muchas ocasiones pictóricos y el programa en cada caso, como el motivo de los cubistas, no es más que una ocasión más para investigar una nueva forma de hacer y de entender la arquitectura. Cualquier proyecto del pintor-arquitecto cubista es en realidad un trabajo continuo desarrollado a lo largo de toda su vida, en el que se utilizan, una y otra vez, las mismas palabras de su vocabulario particular y personal, aunque con diferente protagonismo en cada ocasión. 
Su incursión en el mundo de la pintura, concretamente en el movimiento del cubismo, fue en realidad su periodo heroico y original, que discurrió entre 1907 y 1914, periodo en el que desarrollo casi exclusivamente por los que habían sido sus creadores, Picasso y Braque. Solo en alguna ocasión entra en la pintura del “tercer cubista”, Juan Gris para entender el tránsito de los mecanismos de los primeros hasta la pintura purista.



Resulta difícil hablar del cubismo de Pablo Picasso sin hacerlo comparativamente con el de Georges Braque (para algunos especialistas es éste incluso el auténtico creador de la vanguardia), siendo necesario enfrentar los estilos de ambos pintores para obtener un exacto entendimiento de lo que supuso la vanguardia. Por eso es interesante estudiar la obra de Le Corbusier en paralelo con la de otro arquitecto de tal manera que los conceptos aparezcan como polaridades entre las que situar los posibles estados intermedios. 
En este sentido, es comparable a James Stirling. Su deuda es clara con Le Corbusier, y sobre todo con el cubismo, siendo los estilos y técnicas que utiliza en su obra muy similares, difieren significativamente. Entonces aparecen atractivas comparaciones con Picasso-Le Corbusier, Braque-Stirling que se suman a las ya establecidas Picasso-Braque y Le Corbusier-Stirling.



Le Corbusier no sólo fue un gran arquitecto, también fue un gran pintor.
El reconocimiento que tuvo en vida por esta otra disciplina, a la cual dedicaba con ahinco la mitad de su día, fue mucho menor.
Tal vez su enorme dimensión como arquitecto y pionero de la arquitectura moderna, opacaron esta otra actividad, frente incluso a las odiosas comparaciones con otros "grandes" contemporáneos de Le Corbusier, como lo fue Picasso
El mismo se preguntaba "para qué pintar si ya esta Picasso"...

La cámara adora a Le Corbusier.

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