viernes, 17 de mayo de 2013

Siempre hay una primera vez.



Hace unos años, mi mejor amigo me regaló, para festejar mi cumpleaños, una maravillosa velada viendo Madame Butterfly....¡¡Increíble!!


La ópera es uno de los géneros más sublimes para sentir, para empatizar con los personajes adentrándote bajo su piel, aún estando en el patio de butacas, vibrando emociones contenidas e incontenibles. Y Madame Butterfly, como las buenas óperas en italiano me subliman. Me enamoran. 



Os sitúo...
Nagasaki, Japón, final del siglo XIX. un joven teniente norteamericano (Pinkerton), compra una casa y una geisha-esposa (Butterfly) de 15 años de edad. El cónsul norteamericano, le advierte que lo que para él es una relación exótica y pasajera representa algo muy serio para Butterfly, quien tuvo que romper relaciones con su familia, su cultura y su religión. Pinkerton regresa a su barco y su comisión para retornar tres años más tarde con una esposa norteamericana. Butterfly, quien ha tenido un hijo de Pinkerton y ha rechazado una oferta de matrimonio de un rico noble, se ve obligada a sacrificarse para retener su honor.



Una tragedia en mayúsculas, adornada con música y voces insuperables, viviendo esos momentos con el estómago encogido y el corazón golpeando en el pecho queriendo salir... Siendo unas lágrimas, imparables, las que se liberan.
Todo por amor...

La próxima vez que vuelva a la ópera pienso repetir obra. Será perfecto ver de nuevo Madame Butterfly, pero esta vez, con mi amor.



La cámara adora a Madame Butterfly.





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