lunes, 8 de abril de 2013

Pescadoras de perlas.



Yoshiyuki Iwase nació en 1904 en Onjuku, un pueblo de pescadores en la prefectura de Chiba, cuando la fotografía aún era un invento reciente, una especie de modernidad al alcance de muy pocos.

Por eso, su fotografía pertenece a la de ese selecto grupo de personas que crecieron sin imágenes en su casa pero que, rápidamente, se dedicaron a crear su propio imaginario, rompiendo moldes tanto en el arte que iniciaron como en las costumbres de sus sociedades de origen.





El joven Iwase recibió como regalo una cámara kodak y descubrió una pasión por la primitiva belleza del ama: chicas y mujeres que buceaban en busca de haliotis, algas y conchas cuando las mareas eran favorables y la temperatura soportable. Una suerte de percebeiros a la japonesa.

Fue capaz de introducir el erotismo en lugares inóspitos, asolados por la naturaleza cruel que azota la islas de Japón: un mar bravo, enfadado con la tierra, en el que la mujer es el único complemento de paz, una imagen estéticamente bella con un fondo estéticamente cruel.



El ama se convirtió en su musa y su pasión, y las sorprendentes fotografías de Iwase permanecen como la última y mayor evidencia visual que documenta la vida de estas mujeres. De esta forma, se convirtió en el único capaz de narrar los últimos años de una profesión que estaba destinada a desaparecer con el paso del tiempo y de la guerra.

Desde ahí, se convirtió en pionero de la fotografía erótica, o más bien de desnudos, en su país, mostrando a la casta sociedad japonesa la belleza del mar y de sus compatriotas, uniendo paisajes y cuerpos, tradición y acantilados. Y ese fue su legado. Una auténtica obra artística cargada de significado e historia.




































La cámara adora a Yoshiyuki Iwase.

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